En tierras de Siria, Jordania, Líbano y Palestina cuando los Califas Omeyas gobernaban desde Damasco un vasto Imperio hacen su aparición unas singulares construcciones, que hoy conocemos como «Castillos del desierto«; pero nunca tuvieron una misión defensiva y en su momento tampoco estaban en pleno desierto, aunque sí alejados de la Corte y en contacto con la naturaleza, que aquel pueblo procedente de Arabia y nómada en su orígenes quizás añoraba.
Jordania cuenta con impresionantes ejemplos, muy bien conservados, de estos «Castillos del Desierto»:
- El enigmático Qasr al-Jarrana (Qasr Hraneh) que aún conserva su encanto original, pudo ser utilizado como lugar de encuentro ocasional de los líderes de las tribus locales del desierto con los califas, e incluso es posible que se utilizara como enclave comercial caravanero. Se desconoce la fecha exacta de su construcción, pero los hallazgos arqueológicos lo atribuyen a la época del califa Walid I y confirman que fue construido sobre un edificio bizantino. Nos recuerda totalmente a una fortaleza (planta cuadrada, altos, sólidos y gruesos muros con torres redondas en las esquinas, saeteras y una única entrada) pero nunca fue utilizada con fines defensivos. Recorriendo su interior: su patio, sus estancias cuyos muros conservan restos de estuco, testigos de su pasado esplendor, nos sentiremos trasportados en el tiempo.
- El impresionante Qasr al-Hallabat posee una larga historia. Hunde sus raíces en el Imperio Romano, el emperador Trajano estableció en este mismo lugar un enclave militar sobre un asentamiento nabateo. Más tarde, durante el mandato del emperador Caracalla (s. II) se construyó un fuerte de basalto negro para proteger el camino que conducía al oasis de Araq y servir de defensa contra las incursiones de las tribus del desierto. Bajo el Imperio Bizantino el fuerte continuo vigente y fue restaurado por el emperador Justiniano (s.VI). En el siglo VIII, tiempos de Walid II fue reconvertido en una lujosa residencia, adornada con mosaicos, estucos tallados y pinturas al fresco. Debió de ser un complejo impresionante formado por un palacio («qasr«), mezquita, baños (hamman al-Sarah) y un recinto agrícola con un sofisticado sistema de riego.
A dos escasos kilómetros del palacio («qasr») están los baños «Hamman as-Sarah» Estos baños de gran belleza en su momento, carecen hoy de la decoración pictórica que antaño recubrieron sus paredes y de los bellos mosaicos de sus pavimentos pero aún así, a través de sus salas: apodyterium (vestuario), tepidarium (sala de agua tibia) caldarium (sala de agua caliente) y frigidarium (sala de agua fría) con sus diferentes tipos de cubiertas y el hypocausto (calefacción subterránea) nos podemos imaginar cómo fue en su época de esplendor.
- El extenso Qasr al-Mashatta En árabe «palacio de invierno» hubiera sido el más grande y esplendido de todos los palacios omeya, pero nunca llegó a terminarse.
Se cree que estaba destinado a la celebración de grandiosas ceremonias y tendría capacidad para alojar a la corte omeya en pleno. Sólo se completó la parte central que está dividida a su vez en: la zona de entrada formada por estancias residenciales y una mezquita, un patio central y la zona residencial del califa con la sala del trono. El aspecto de fortaleza que le confieren sus sólidos muros exteriores articulados por 21 torres semicirculares y sus 4 torres de esquina casi circulares es meramente disuasorio; nunca tuvo fines defensivos.
- Qusayr Amra (Qasr Amra). En árabe «pequeño palacio rojo» es un conjunto arquitectónico, pequeño y bien conservado, declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, construido durante el califato de Walid I. No es exactamente una fortaleza, ni un albergue caravanero, ni un palacio, es simplemente un hamman (baño) con sus respectivas dependencias y una sala de audiencias; todas decoradas con deslumbrantes pinturas al fresco.
- Qasr al-Qastal. Fue uno de los antiguos complejos residenciales omeyas, erigido por el califa Abd al Malik, es un gran conjunto formado por un palacio residencial, una mezquita, unas termas, un cementerio, un área doméstica y una serie de sistemas hidráulicos para la cosecha. En la muro oriental se halla la puerta flanqueada por torres, que da acceso al un patio central, en cuyo subsuelo había cisternas para abastecer de agua al recinto; en torno al patio hay grandes salas «bayts» distribuidas en varias habitaciones. A juzgar por los relieves de estuco, mosaicos y piedras talladas que adornaban las habitaciones y la sala de audiencia este qasr debió de estar profusamente decorado.
- Qal’at al Azraq. En árabe significa «azul» ha sido el oasis más importante de Oriente Próximo después de Palmira (en Siria) y durante siglos encrucijada de las rutas caravaneras procedente de Arabia, Iraq y Siria. En este Oasis los romanos construyeron en el siglo III un fuerte de grandes dimensiones que continuó en uso bajo el Imperio Bizantino.
La fortaleza debe su fama a Thomas Edward Lawrence, conocido como «Lawrence de Arabia«, el famoso coronel británico durante la Primera Guerra Mundial, responsable de organizar la rebelión de las tribus árabes contra el poder otomano y dirigir sus guerrillas a la victoria. Allí permanecieron Lawrence y Serif Husein Ben Ali durante el invierno de 1917.
- Qasr al-Tuba Es uno de los «castillos omeyas» menos conocidos, es el más aislado y aún conserva parte de su esplendor. Situado en medio del desierto, sobre sólidos cimientos de piedra se levantaron sus muros de barro endurecido al sol, convirtiéndolo en el único «qasr» de estas características. Posiblemente fuera concebido como un caravansar, un albergue caravanero, en la ruta de caravanas que unía Siria y Ammán con el Norte de Arabia.
Con la caída de la dinastía omeya estos «palacios del desierto» auténticos oasis artificiales fueron abandonados. La llegada de la nueva dinastía abasida, cuya capital se traslado a Bagdad.
En la Web de Viajes Próximo Oriente están disponibles un conjunto de circuitos para conocer estos «Castillos del Desierto».