La FED tiene ante sí el desafío de lograr el equilibrio entre la razón y la emoción, entre una macroeconomía que puede dar un reporte distinto a los que los mercados prefieren escuchar. Y es que para nadie es un secreto las turbulencias que atraviesan los mercados financieros luego de la quiebra del Silicon Valley Bank SVB, así como la crisis de Credit Suisse en Europa.
Estados Unidos mantiene una inflación del 6% y da señales de desaceleración en los pasados meses por lo que el Comité Federal de Mercado Abierto debe aplicar decisiones monetarias que calmen a los mercados y den confianza a los inversores.
La FED deberá seguir su hoja de ruta
Los mercados requieren un mensaje de calma pues pueden venirse abajo ante cualquier mínima señal de que la crisis es más profunda de lo estimado. Es por esto que los analistas estiman que la FED seguirá su hoja de ruta y anunciará un nuevo incremento de los tipos de interés, aunque puede que sea más modesto de lo estimado.
De concretarse este planteamiento se estaría siguiendo la misma estrategia que el Banco Central Europeo que elevó su tasa de referencia para contener el alza de los precios. Con todo, la institución del viejo continente ha garantizado su apoyo sin fisuras al sector bancario para tranquilizar a los usuarios.
Los grandes bancos centrales de occidente (la FED, el Banco Nacional Suizo, el Banco Central Europeo y el de Canadá, Japón e Inglaterra) han unido esfuerzos en una acción coordinada cuyo objetivo es mejorar la provisión de liquidez a través de acuerdos permanentes de intercambio de liquidez en dólares estadounidenses. Una acción muy similar a la que realizaron en el peor momento de la pandemia del COVID-19.
La economía norteamericana empieza a ralentizarse
Sin embargo, producto de las dinámicas del sistema bancario las perspectivas de la economía estadounidense se han deteriorado pese a la fortaleza del empleo. Muchos bancos pequeños y regionales son los proveedores principales de financiamiento para muchas pymes que a su vez emplean a una gran cantidad de estadounidenses.
Ahora por temor a quedarse sin liquidez, estiman que estos bancos temiendo una posible salida brusca de depósitos endurezcan sus normas de concesión de préstamos lo que ralentizaría la economía norteamericana. Este proceso podría desencadenar una recesión económica en un país cuyo principal motor económico es el consumo.